Un brindis con aceite Campos de Uleila por un cacho de pan, Rogelio Hidalgo.

Nunca se sabe si una vida que se va ha sido plena o no, pero en el caso de una gran persona como Rogelio Hidalgo no cabe otra que creer que sí, simplemente por sus buenas acciones y por su entrega a los demás. Ha sido uno de los grandes de la historia del deporte de la provincia, y a pesar de ello, y por encima de esos méritos contraídos con honestidad y sentido de la responsabilidad, lo que no se ha caído de la boca de los que lo añoran y lo han despedido, de los que lo han conocido en definitiva, es su calidad como ser humano. Empresario ejemplar, dirigente del ascenso a la Liga de Fútbol Profesional que obró la otrora imposible unión del fútbol capitalino, pasional pero comedido como punto de equilibrio para lograr el éxito, Rogelio no le ha fallado a nadie por grande que fuese la expectativa depositada en él.

Todo el mundo yerra, pero se falla porque se vive, y si se vive es para hacer cosas grandes, para cumplir los sueños, para marcarse unos objetivos e ir a por ellos después. Su pasión era su gente y que todos a su alrededor fuesen felices. Con valentía ponía en práctica sin llamar la atención un altruismo huercalense que traspasaba fronteras. Su capricho fue el aceite, que es el mejor acompañante del pan que ha venido cociendo toda la vida y que ha alimentado a generaciones enteras de almerienses. Pan de Hidalgo, barras y bollos; aceite de Uleila, picual, arbequina, hojiblanca o la estrella coupage; y a vender a Almería con sus productos por toda España y por medio mundo. Y es que lo mejor de este hombre y lo que ha elevado su grandeza hasta donde él se encuentra ahora es no haber pedido que nadie le de las gracias y no haber pretendido ser correspondido, sino sentirse realizado sin necesidad de que se sepan sus buenos hechos.

Cogió al Almería CF cuando nadie quería, y es algo que poco se cuenta a pesar de la importancia que tiene. Salvó con su aportación personal y con su trabajo, poniendo la cara y el bolsillo, a un club que después, y bajo su mandato, iniciado el 28 de junio de 2001, llegó a llamarse Unión Depotiva y que llegó a Segunda División para no bajarse más de la LFP en la que está desde entonces. Si Rogelio no hubiera tirado del carro la historia de la UDA posiblemente no se habría escrito, y la del CF podría haber acabado. Y eso no se cuenta como se debe. Tampoco él ha sacado pecho por ello, feliz de ver que años más tarde lo que él sostuvo e impulsó pasó cuatro temporadas corriendo por los césped del Santiago Bernabeu y del Campo Nou, y que incluso jugó una semifinal de Copa del Rey. Ya que Rogelio no lo ha pedido nunca, un paisano suyo como yo sí solicita que se cuente lo que hizo. Es de justicia.

67 años son pocos porque nos hubiese gustado que fuera eterno, pero si se mide su legado realmente se cae en la cuenta de que no ha perdido el tiempo, sino que lo ha entregado en hacer un Huércal y una Almería mejor desde sus posibilidades. Él quería y podía, y si no podía quería más, y así se labró los elogios de todo el mundo y el cariño en su recuerdo. Fue casi en la víspera de Todos los Santos cuando, sin previo aviso y tras ver por la tele a su Real Madrid, comenzó su viaje más largo, el que tiene que completar él solo por mucho que nos duela, pero la resignación en dejarle ir no debe pesar en sus seres queridos, en los que vivirá por siempre. Obsesionado por la calidad, la principal ha sido la de su persona, por lo que sólo resta darle las gracias y hacerle la promesa de ser felices, como a Rogelio le gustaba ver a la gente, y si puede ser, sellar el compromiso de ayudar a los demás sin irlo contando.

Fuente: Almería Periódico Digital